-
La Naturaleza: Huella de Dios
"Entonces Dios miró todo lo que había hecho, ¡y vio que era muy bueno!..."
(Génesis 1, 29).
La Naturaleza, Huella de Dios
Autor: Padre Lucio del Burgo OCD
Hay que cuidar el planeta. En estas últimas décadas nos hemos hecho muy sensibles al cuidado de la tierra y de todos sus habitantes. Se mira el bien de toda clase de especies animales, nos preocupa la salubridad de nuestros mares y ríos. La creación de un ambiente más limpio y sin tanta contaminación está en el programa de nuestros políticos. ¡La hermana tierra! Los grandes místicos han sido muy sensibles en el campo de la ecología, han encontrado la huella de Dios en todo el universo. De aquí la actualidad de nuestro artículo. ¿Tiene Teresa de Jesús una palabra válida en este campo para los hombres y mujeres de hoy?
Teresa no vibra ante la naturaleza como San Francisco, Fray Luís de León y Juan de la Cruz. No encontraremos en la Santa de Ávila una poesía como en los autores antes mencionados. Lo que sí nos ofrece la Santa es su experiencia mística expresada en símbolos naturales: el agua, el fuego, el camino, el castillo, el río…
La experiencia más genuina de la Santa
Es el encuentro con la persona de Cristo. Es el manantial de donde brota toda la experiencia teresiana: la humanidad del Señor. Cristo libro vivo donde se aprenden todas las verdades. Una y otra vez hemos de recordar y beber de esta agua para apagar la sed presente en el corazón humano, sed de experiencia, de Dios y de Cristo. Para Teresa Jesús es el Maestro interior, la Palabra de Dios, el Señor, el modelo de vida (“dechado). Jesús es la verdad, la hermosura, el agua viva, la fuente viva, el esposo, el amigo, “amigo que nunca falla”. Si hubiera que escoger una poesía teresiana que reflejara lo que estamos diciendo, señalaría la siguiente:
“Oh hermosura que excedéis
a todas las hermosuras!
Sin herir, dolor hacéis,
y sin dolor, deshacéis
el amor de las criaturas”.
Para Teresa, la vida cristiana es una Persona, la persona de Jesús, la relación y la amistad con el Señor. Una relación personal íntima, cercana, no en las nubes y en una región lejana. Teresa ha experimentado con fuerza a un Dios con nosotros, a nuestro lado, dentro de nuestro corazón. Y esta realidad la expresa con la intensidad de un profeta: “Juntos andemos, Señor; por donde fuereis, tengo de ir; por donde pasareis, tengo de pasar” (CV 26,6). Sin esta experiencia sabrosa y que la ha sacado fuera de sí, no se entiende la vida de la Mística Abulense y su mensaje.
La naturaleza, libro abierto de Dios
Teresa va a recurrir a los símbolos para explicar su experiencia mística. Es una necesidad ante la inefabilidad de lo que está acaeciendo en su vida. Con una frecuencia machacona va a señalar: “yo no lo sé decir” (V 12,15), “yo no podré decir cómo es” (V 20,8). Cuando narra la gracia del dardo, se expresa de esta forma: “no se puede encarecer ni decir el modo con que llaga Dios el alma” (V 29,10).
Atracción por el agua
Nos detenemos en el agua porque tiene un protagonismo muy fuerte en los escritos teresianos. La misma autora señala su importancia y las distintas funciones que desempeña en la vida de cada día. “Soy tan amiga de este elemento, que le he mirado con más advertencia que otras cosas; que en todas las que crió tan gran Dios, tan sabio, debe haber hartos secretos de que nos podemos aprovechar; y así lo hacen los que lo entienden, aunque creo que en cada cosita que Dios crió hay más de lo que se entiende, aunque sea una hormiguita” ( 4 M 2,2).
Un icono teresiano que concentra el significado del “agua” es la estampa que llevaba en su breviario de la Samaritana al pie del pozo de Jacob y al lado de Cristo con esas palabras evangélicas que tanto repetiría la Santa en su oración: “Señor, dame esa agua”. Merece la pena que escribamos el texto por lo significativo y conocido que resulta, hasta tal punto que en la fiesta de Santa Teresa, en el misal propio de los Carmelitas Descalzos, han puesto este texto de Juan en el evangelio de la Eucaristía:
Un rico repertorio de elementos de la naturaleza
mundo, sale una mariposita blanca. ¡Oh grandeza de Dios, y cuál sale un alma de aquí, de haber estado un poquito metida en la grandeza de Dios y tan junta con él” ( 5 M 2,7).
La contraposición agua-fuego (C 19,3). Animales como la abeja, la hormiga, la araña, la paloma, el águila, el león, las musarañas, las aves, el sapo, las lagartijas… van a servir para las comparaciones y explicaciones de la vida espiritual.
A la hora de centrarse en el ser humano y admirarse de su grandeza, el castillo de diamantes va a tener una prioridad en el libro de las Moradas, pero también la persona humana va a ser un huerto de flores, un gusano con vocación de mariposa, esposo de Cristo, paraíso de Dios, “paraíso adonde dice Él tiene sus deleites” ( 1 M 1,1).
No podemos silenciar algunas citas que son muy conocidas y que expresan la sensibilidad teresiana. La primera es una carta a su hermano Lorenzo donde le explica la fundación de San José y le dice que “aunque pobre y chica, mas lindas vistas y campo” (23 de dic.1561, carta 2, punto 6).En otra ocasión a su amigo don Teutonio de Braganza con dificultades en la oración le recomendará: “Procure vuestra señoría algunas veces, cuando se ve apretado, irse adonde vea cielo, y andarse paseando, que no se quitará la oración por eso, y es menester llevar esta nuestra flaqueza de arte que no se apriete el natural. Todo es buscar a Dios, pues por él andamos a buscar medios, y es menester llevar el alma con suavidad” (Carta 3 de julio 1574, punto 4).